Mi abuelo era un sabio, era inventor, había inventado una taza con el asa al lado izquierdo, para zurdos, decía: «Para que no tengan que ir a desayunar al otro lado de la mesa». Y también inventó un colador para pobres, sin agujeros, para que no se les fuera el caldo y mojaran pan. Después quería inventar la radio en colores, ahí ya… Estuvo en el balcón dos meses, con tres latas de pintura y una brocha, dando brochazos al aire y diciendo: «¡El día que le coja la onda…!». ¡Qué va a coger! ¡Una pulmonía!
Pero cómo le querían a mi abuelo en el barrio, la de gente que vino al entierro…, le tuvimos que enterrar seis veces, la gente: «¡Otra, otra!», y mételo y sácalo, parecía un bizcocho mi abuelo. Cuando estaba dentro, llegaba una vecina: «¡Ay, que yo no lo he visto!», y otra vez con el abuelo para afuera.
Mi abuelo era mayor que yo, sin embargo yo le daba consejos, y le decía siempre: «Abuelo, déjales los inventos a los japoneses», porque es verdad, ¡cómo inventan esos tíos! Y todo chiquitito, eso es lo que a mí me gusta de los japoneses, la delicadeza que tienen para los inventos. Televisores del tamaño de una caja de cerillas. ¿Y los relojes? Han inventado un reloj que tiene brújula, despertador, televisión en colores, alarma antirrobo, frecuencia modulada, calendario perpetuo, horóscopo, termómetro, cortaúñas y detector de mentiras, y aprietas un botón y te dice la hora que es en Bruselas, que parece una tontería, pero quién de nosotros no ha ido algún día por la calle y ha dicho: «¿Qué hora será en Bruselas?».
Están en todo. Y han inventado un ojo de cristal , que ve, funciona con una pilita del tamaño de una lenteja, pero fíjense ustedes la ventaja de tener un ojo de cristal que ve. En el fútbol, te toca un cabezón delante, haces así, te sacas el ojo, lo levantas y ves el partido mejor que en la tele; o estás en el cine, y a mitad de la película te entran ganas de ir a hacer pipí o lo otro, dejas el ojo en la butaca y cuando vuelves no tienes que andar preguntando: «¿Qué ha pasado, oiga?».
Y hace seis meses que están trabajando en una pierna ortopédica programada por computadora, como si mera una agenda; dices: «El lunes quiero ir a tal sitio, el martes a una reunión, el miércoles a comer con quien sea…», la programas para toda la semana y la pierna te lleva a todos los sitios.
Los japoneses son… Ahora, parece mentira con lo delicados que son para los inventos, los nombres que se ponen, Kagasaki, Kagamoko… Siempre el cagas por delante. Los chinos no tienen problema con los nombres, cuando nace un chino, tiran una lata al aire, Chung Ping Pan, Ching Cung Chang, le ponen al niño el ruido de la lata y para casa. Los chinos no inventaron nada, bueno, sí, inventaron la pólvora, la tinta y el arroz. Cómo les gusta el arroz a los chinos, por eso tienen los ojos así, porque como el arroz estriñe mucho… o sea que no es de raza, es del esfuerzo.
¡Gracias!
Gracias a Juan Carlos, gran admirador de Gila, por enviarme este vídeo ;)