El 13 de noviembre de 2017 el Pleno de la Junta Municipal de Chamberí aprobó por unanimidad la instalación de “una placa en memoria de Miguel Gila en la calle Zurbano (antiguo nº 68 y actual nº 84), donde se crió.”
Gila puso de acuerdo a todos los grupos políticos, pues la propuesta se aprobó por unanimidad, si bien la iniciativa partió de Blanca Gómez vocal de Ahora Madrid, a quien podemos ver en la fotografía con el actor Rudy Chernicof, amigo de Miguel Gila a quien conoció durante su larga estancia en Argentina, donde decidió fijar su residencia tras como decía el «sufrir un empacho de dictadura«.
Después de la presentación de la propuesta por parte de Blanca Gómez y la aprobación de la misma por parte de todos los grupos políticos, Rudy pronunció unas palabras recordando a Gila, e invitando a los presentes a ver precisamente la obra que ahora mismo está representando «Por amor a Gila«, muy apropiada ;)
Fue un día muy emocionante para mi, os podéis imaginar (yo soy la que hago la foto, jeje).
Quiero dar las gracias al Ayuntamiento de Madrid y a todos los grupos políticos, es muy importante que se haya aprobado por unanimidad este bonito y emotivo homenaje. Especialmente se lo agradezco a Blanca Gómez de Ahora Madrid, que además he descubierto que es una gran mujer ;)
Bueno, ahora esperamos ansios@s ¡qué se ponga la placa!
El capítulo «Zurbano 68» del libro «Miguel Gila. Y entonces nací yo. Memorias para desmemoriados»
Os dejo aquí parte del texto del capítulo en el que Gila describe su querido barrio de Chamberí.
Tan solo recordaros que hoy en día la casa de Miguel Gila es el actual número 84 de Zurbano ;)
«La casa de ladrillo del 68 de la calle de Zurbano (que ahora es el 84), con sus dos patios, sus cuatro escaleras y sus sesenta y dos viviendas, más la taberna del señor Urbelino y la tienda de comestibles del señor Andrés y la señora Edelmira, estaba habitada por familias de condición humilde, aunque algunos vecinos, como los Tabares, tuvieran piano.
La casa de ladrillo rojo de la calle de Zurbano era una isla pobre situada en un archipiélago donde había otras islas con palacetes de nobles, como el del conde de Alcubierre o palacios como el del conde de Romanones. En otras islas habitaban políticos como Luis Bello, Niceto Alcalá Zamora, Ruiz de Alda y Francisco Largo Caballero, este último en una casa de vecinos de García de Paredes, y grandes artistas como Sorolla y Mariano Benlliure. Y como un océano de calles mal pavimentadas que rodeara este archipiélago, muchos solares abandonados, algunos sin nada, otros con zanjas hechas para una edificación, que luego no se llevó a cabo y a las que la lluvia y el tiempo les dieron el aspecto de un campo de batalla después de finalizada una guerra.
Al final de la calle, frente a Bretón de los Herreros, el Colegio de Sordomudos y, en la otra esquina con Ríos Rosas. el campo de fútbol de La Tranviaria; en Abascal, los depósitos de agua de Santillana, esa agua que llamábamos “agua gorda” y que tenía un sabor extraño, y en Zurbano, Boetticher y Navarro, la fábrica de toldos, el alquiler de carros de mano de El Borracha, los estudios de cine Ballesteros y el Parque Avícola, donde los pavos reales durante la noche lanzaban sus graznidos, que a mí me daban terror porque eran lo más parecido a los lamentos de un espíritu vagando en la noche.
Al final de la calle, cruzando Ríos Rosas, el hipódromo, y a la derecha, subiendo una pequeña loma, el museo de Ciencias Naturales, con el esqueleto del Diplodocus y los huevos de avestruz. Detrás del museo el canalillo y, donde ahora están instalados unos grandes almacenes, el lavadero que los chicos llamábamos “del tiñoso”, y la huerta que habíamos bautizado con el nombre “del tío, coge y vete”, donde robábamos lechugas y tomates. Y “el ojo de lagarto”, nombre con el que alguien llamaba a aquella extensión de terreno sin edificios, con tan sólo el campo de fútbol de Chamartín, del Real Madrid, con la carretera de Maudes y el asilo de San Rafael en uno de sus costados.
En esa casa de vecinos, de ladrillo rojo, vivíamos nosotros. Vivíamos en una buhardilla, decía mi abuela que el vecino de arriba era Dios. La buhardilla tenía dos habitaciones, una cocina y un comedor. Los techos de cada habitación y el de la cocina y el comedor empezaban a una altura de cuatro metros y luego iban descendiendo hasta llegar a un metro setenta, más o menos. El lado bajito lo usábamos para las camas, el lado alto para los armarios de caoba, hechos por mi abuelo. Ni el comedor ni ninguna de las habitaciones tenían ventana, se ventilaban por un tragaluz que daba al tejado y por ese tragaluz, que en mi casa llamaban “montante”, entraba la luna blanca, cuadrada, a sentarse en los baldosines del comedor y de las habitaciones.
Sobre las tejas que formaban el techo de la buhardilla se acumulaba en los inviernos la nieve, y eso suponía vivir y dormir a veces con temperaturas de bajo cero. Mi abuela, con una plancha de hierro, calentaba las sábanas antes de acostarnos y luego nos metía en la cama, en la parte de los pies, una botella con agua muy caliente. Mis tíos, en invierno, se subían en una silla con una olla llena de café, sacaban medio cuerpo por el montante, le daban vueltas a la olla de café sobre la nieve acumulada encima de las tejas y hacían café helado, un lujo que no nos podíamos permitir en el verano, que es cuando hubiera sido lógico, pero en el verano no había nieve sobre el tejado.
En el verano el sol castigaba y calentaba las tejas durante todo el día. Acostarse, dada la cercanía de la cama con el techo, era una verdadera tortura, pero milagrosamente uno se acostumbra a todo eso y lo acepta como algo natural. Cuando tenía mucho calor, llenaba un vaso de agua fresquita del grifo, le
añadía un poco de vinagre y azúcar y me hacía unos refrescos que estaban deliciosos. Mis tíos hacían unos refrescos más elegantes, con agua y polvos de dos sobres: uno de los sobres era blanco y el otro, que se echaba después, azul, y aquel refresco sí que debía de ser bueno, porque hacía burbujas como la
gaseosa.
Pagábamos veinticinco pesetas de alquiler por la buhardilla. Después, más tarde, durante la Guerra Civil, a los que tenían algún familiar combatiendo en el frente, el Gobierno de la República les rebajó el precio del alquiler al cincuenta por ciento; así, durante el tiempo que duró la guerra, pagábamos solamente doce pesetas con cincuenta céntimos.
La única ventana que había en la buhardilla estaba en la cocina. En una casa donde vive mucha gente, la ventana no descansa nunca. La ventana de la cocina servía para dejar la leche al fresco y para que mi abuela tendiera la ropa, para tener el botijo con agua fresca y para saber si afuera hacía sol o llovía. La ventana servía también para que cuando yo jugaba en la calle mi abuela me tirara por ella la merienda envuelta en un papel de periódico; la merienda que era siempre la misma, pan con aceite y sal, aunque algunas veces cambiaba por pan y una onza de chocolate marca Elgorriaga, aquella onza de chocolate que tenía en relieve un niño tomando chocolate en un tazón.
En la ventana teníamos también una fresquera, que había hecho mi abuelo con estantes y alambrera metálica para que pasara el fresco y no entraran las moscas; ahí se ponían los tomates y las otras verduras, y había macetas con geranios. En esas macetas jugaba yo a las guerras. Mis soldados eran las pinzas de madera de tender la ropa y el campo de batalla las macetas; si las pinzas iban solas se suponía que era la infantería y si colocaba una sobre otra, la caballería. Cuando me castigaban sin salir a la calle, me asomaba a la ventana y escuchaba las risa…»
Carrusel de fotos de Miguel Gila de niño y joven
Primero vemos a Miguel con su madre Jesusa Cuesta y luego con su abuela Manuela Reyes, con la que vivió en la calle Zurbano del barrio Chamberí de Madrid, luego podemos verle el día de su primera comunión.
En las siguientes fotografías Miguel está con sus amigos del barrio Chamberí. En la foto de las bicicletas De izquierda a derecha, Juanito, el Gregorio, Pedro Tabares, César Bello y Gustavo; sentados «Cabecilla» y Miguel Gila. En la foto en la que están con bañador en una de sus excursiones a Hoyo de Manzanares. César y Carlos (marcados con una X en la fotografía) fueron fusilados al finalizar la Guerra Civil.
Tuits de interés
Os dejo los tuits del Ayuntamiento de Madrid y de los grupos políticos que también los publicaron.
El Pleno de la @JMDChamberi ha aprobado instalar una placa en memoria de Miguel Gila en la calle Zurbano, donde se crió. https://t.co/eqfOY3Uh5F pic.twitter.com/SlVxFrOgB1
— Ayuntamiento Madrid (@MADRID) November 18, 2017
El #PlenoChamberí aprueba por unanimidad recordar al humorista Miguel Gila con una placa en su honor en el edificio de la calle Zurbano en el que se crió. pic.twitter.com/jFmTAn0pWs
— Distrito Chamberí (@JMDChamberi) November 13, 2017
Ahora Madrid (Chamberí)
Se aprueba por unanimidad poner una placa a Gila en la casa donde vivió en nuestro distrito pic.twitter.com/A0dNENisuZ
— Ahora Chamberí (@AhoraChamberi) November 13, 2017
PSOE (Mar Espinar concejal del Ayuntamiento y representante en el distrito de Chamberí)
A partir de hoy #Gila tendrá una placa en su memoria en la Calle Zurbano 84. Nos alegramos de este logro que @ElMundoDeGila lleva tanto tiempo peleando. @psoechamberi @PSOEMadridAyto pic.twitter.com/Dygm1nAxKn
— Mar Espinar (@espinar_mar) November 13, 2017
Ciudadanos (Luís Baeza Rojano, portavoz de Ciudadanos en Chamberí)
Por cierto, aunque no me gusta salir en fotografías, en esta aparezco, soy la que estoy haciendo la foto a Rudy ;)
Homenaje a Miguel Gila vecino de Chamberí en la calle Zurbano. Un hombre sabio que tocaba temas espinosos sin caer en polémicas ni frentismos. pic.twitter.com/zeoLivXr1U
— Luis Baeza-Rojano (@luisbaezarojano) November 13, 2017
Fuentes y enlaces de interés
Diario de Madrid. Noticias del Ayuntamiento de Madrid. Chamberí recuerda a Miguel Gila. 15-11-2017
Público. El humorista Gila será recordado con una placa en el barrio de Madrid donde creció. 14-11-2017
Europa Press. Gila será recordado con una placa en el edificio de Zurbano donde se crió a través de una proposición de Ahora Madrid. 13-11-2017
Somos Chamberí. Madrid homenajeará con una placa a Gila, el humorista que se crió en Zurbano. 13-11-2017
Chamberí Digital. Gila contará con una placa en Chamberí, en la calle Zurbano donde pasó su infancia. 13-11-2017
Gacetín Madrid. El humorista Miguel Gila tendrá una placa en su memoria en la calle Zurbano de Chamberí. 14-11-2017
Madrid Secreto. El humorista Gila tendrá una placa como homenaje en la ciudad.
Menéame. El humorista Gila será recordado con una placa en el barrio de Chamberí en de Madrid. 15-11-2017